miércoles, 31 de agosto de 2011

Frustra a libreros la Ley del Libro


“Es letra muerta”, lanza un librero al referirse a la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro. “Lo que no nos hizo la crisis financiera y la influenza, nos los hizo el precio único”, advierte otro al hablar de su medida vertebral. “¿Que si ha provocado más lectores y la apertura de más librerías? Todo lo contrario”, zanja un tercero.
La ley, a un año de haber entrado en vigor, y sin corregirse las omisiones en su reglamento, como la consideración de sanciones a quien no respete el precio único, parece no convencer.

“Hubo muchas personas que no le vieron el caso cumplirla, y pues una ley que se cumpla a medias es imposible que traiga beneficios”, advierte Guillermo Quijas, quien como presidente de la Asociación de Libreros Mexicanos urgió a reconsiderar los pendientes y replantearla.

El precio único, fijado por las propias editoriales a títulos lanzados hace menos de 18 meses, no se cumple en la mayoría de las librerías del DF, que aún ofrecen descuentos, sobre todo en libros de sellos pequeños, no así de firmas como Planeta o Santillana, que, según se constató en un recorrido, se venden en lo mismo en casi todos los establecimientos.

El valor fijo es develado vía internet a través del Sistema de Registro del Precio Único de Venta al Público de los Libros (SPL), operado por el Consejo Nacional de Fomento para la Lectura y el Libro, que encabezan los titulares de la SEP y el Conaculta, y entre cuyos miembros está Victórico Albores, de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Sin embargo, su base no está actualizada y pasa por alto libros ya en estanterías.

“Es un mito, nadie lo respeta”, lanza Miguel Ángel Porrúa, crítico de la medida. “Vamos a Gandhi, por ejemplo, que se manifestó a favor, y vemos que sigue con descuentos”.

Reforma buscó a la cadena, que, como el Sótano, ofrece rebajas en algunos sellos, pero no se obtuvo respuesta.

Incluso el FCE no lo respeta, aunque su director, Joaquín Diez-Canedo, asegura que sí: “El FCE aplica el precio único en sus librerías y registra los precios de sus novedades, tanto de la casa matriz como de aquellas publicadas por sus filiales en el extranjero, en el SPL”.

Lo cierto es que novedades como El surrealismo de Piedra de Sol, de Víctor Manuel Mendiola, debe venderse en 220 pesos, pero en las tiendas del Fondo se encuentra en 187. En El Sótano puede hallarse aún más barato.

“Si la ley no se usa, hay que enterrarla”, resume Porrúa.

Alberto Ruy-Sánchez, escritor y editor, la defiende. El problema, dice, es la falta de sanciones. “Mientras no exista un reglamento que permita que se cumpla, no se puede medir su eficacia (...) Lo que ha hecho daño es eso y no hay voluntad para arreglarlo”.

La senadora María Rojo, quien promovió la ley tras ser convencida por sus promotores, lamenta la situación. Observa incluso falta de acción de la Caniem y del Consejo del Libro.

Reforma acudió a la Caniem, pero su presidente no estuvo disponible. Conaculta, cuya titular, Consuelo Sáizar, es secretaria del Consejo, tampoco respondió.

“¿Díganme qué han hecho?”, lanza Rojo. “Yo soy la más decepcionada, porque usted no sabe, pero moví cielo y tierra para que esa ley se aprobara, y no la hice yo; yo llegué sólo a creerles”.

Fue aprobada en 2008 en el Congreso por 314 votos a favor, 32 en contra y 8 abstenciones. Un día antes, el Senado lo había hecho en lo general, con 107, 2 y 5 votos. Su reglamento se emitió el 24 abril de 2010, entrando en vigor 90 días después.

Fernando Silva, de la librería Umbral de Insurgentes, considera que más bien perjudica y debe desecharse. “De un día para otro los libros se incrementaron en un 60%”, dice. “Lo que no nos hizo la crisis financiera y la influenza, nos los hizo el precio único”.

Diego Rabasa, editor, confía en la ley, pero reconoce pendientes. “Aún no hemos logrado que algunos clientes acepten disminuir el descuento. En los puntos en los que sí lo hemos aplicado bajamos los precios un 20% para que el público no lo resienta. Sin embargo, también aumentamos nuestros precios de lista para que en aquellos sitios en los que aún se aplican descuentos, tengan la misma tarifa que en donde opera el precio único”.

Jorge Gómez, gerente de las Librerías de Cristal, considera que al no haber descuentos han disminuido los lectores. Luego añade que el panorama se complica, sobre todo, para los pequeños libreros: “No tienen futuro. Su salud es deplorable”.

Quijas, librero y editor, advierte que se trata de un proceso largo, “pero, evidentemente, ahorita estamos en un problema”.

El dueño de la extinta Parnaso, Antonio Sultán, dice que es “letra muerta”. “La ley, en mi experiencia, encarece los libros, genera menos lectores y propicia la concentración del mercado en pocas manos, lo que implica que haya menos librerías independientes y más de grupo”.

Rabasa, en coincidencia con Diez-Canedo, precisan que aún no existen los indicadores para determinar si, a un año, ha habido o no beneficios. “Me parece que el tema de las sanciones es el asunto más importante para poder capitalizar el entusiasmo con el que se promovió la ley”.


AGENCIA REFORMA/MÉXICO
NOTA PUBLICADA: 23/8/2011

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